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7.04.2008

Cuando era una niña

Recuerdo casi todo lo que hacía cuando era una niña pequeña. Me gustaba esconderme debajo del mueble grande de mi abuela a comerme las mortadelas o los dulces que sacaba a hurtadillas de la tienda. Como era tan delgada y pequeña, nadie podía verme y yo me deleitaba con los pasabocas mientras observaba los pies de mis tios y mis abuelos y aveces, las patas de los perros que andaban de aqui para alla olfateándome.

También recuerdo que nunca nos perdíamos los estrenos de las películas de Disney. Siempre íbamos, mi tia M., mi mamá, mi hermana, mis dos primos y yo. Era algo tan sagrado como la religión, igual que las largas filas en el cine Metro a plena luz del día, porque si uno quería ir a cine de 4 p.m., tenías que llegar tipo 1 p.m. para poder tener un asiento que valiera la pena. Nada de compras por internet, ni de llegar 5 minutos antes y conseguir buenos puestos porque están numerados. No señor, nosotros hacíamos la fila, bajo el inclemente sol de Barranquilla y rodeados de vendedores ambulantes que hacían su agosto en cualquier mes.

Y como no recordar la famosa Ciudad de Hierro. Todos los años, en el mismo lugar, con las mismas atracciones y los mismos vendedores afuera esperando ansiosos a sus clientes. Para mí, no había época más feliz que cuando me enteraba de la llegada de toda una ciudad llena de juegos y dulces y diversión para mí. El ritual se repetía, pero esta vez, hacia un mundo diferente. Un mundo lleno de risas, y animales de peluche que se ganaban con rifles o bolas de caucho; un mundo lleno de manzanas de caramelo, algodón de azúcar y magia, montones y montones de magia, toda junta en ese lugar para hacerme feliz.

Ayer volví a la ciudad de hierro, como hago todos los años desde que tengo uso de razón. Me encontré con las mismas atracciones oxidadas con el tiempo, con atracciones "nuevas" a las que nunca me subo, y con atracciones cerradas por reparación. Reparación un Jueves por la noche. De cualquier manera no fue lo mismo, no sentí la misma magia y mucho menos la misma felicidad. No sé si fue por la compañía, no sé si fue porque estaba casi vacía, no sé si fue porque me hago... como decirlo sin que me aterre... si, eso es: me hago mayor. No sentí la misma emoción de cuando era niña y tampoco había algodón de azúcar.

Sin embargo, cuando estaba a punto de partir, miré al cielo y las ví: Unas burbujas de jabón enormes sobrevolando mi cabeza, reflejando miles de colores sobre el cielo oscuro, y dos niños jugando con su padre a atraparlas y explotarlas en el aire, o simplemente dejarlas partir. Y fue entonces cuando entendí, que quizás esta vez la ida a la ciudad de hierro no fue lo mejor y que quizás si es cierto, me hago mayor; pero también me di cuenta que ahora encuentro magia y felicidad en otras cosas, cosas menos asombrosas y con menos luces de colores, cosas como sujetar tu mano con la mía y sentir tu respiración en mi oído cuando te quedas dormido a mi lado...

2 Rulean el Universo:

Nat dijo...

te entiendo en cierta forma, yo alcontrario, sigue dandome cagadra la montaña rusa, el huracan, sigo sintiendome niña.

Anónimo dijo...

A mi me encantaba la ciudad de hierro cuando pequeño... tal vez en esa epoca no era tan conciente de lo putamente arriesgado que es montarse en esa vaina armada por los gamines del parque de los musicos....

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