El abuelo me cautivó desde la primera vez que lo vi. Me pareció el ser humano mas adorable sobre la faz de la tierra y le pedía intensamente a mi novio que me lo regalara para tenerlo en la casa y halarle los cachetes. Lastimosamente no pude compartir muchos momentos con el, pero los pocos que tuve fueron divinos, mágicos y diferentes. Fueron un viaje por el tiempo y los recuerdos de alguien que nunca olvidó mi nombre. Les parecerá estúpido, pero a mi me cuesta trabajo acordarme de los nombres de las personas la primera vez que los veo; el abuelo recordó el mio en todas las ocasiones que fui a visitarlo. El me inspiraba tranquilidad, felicidad y confianza, el me provocaba abrazarlo y cogerlo a besos aunque no fuera mi abuelo. El me devolvió la confianza en el matrimonio, me demostró que si hay amores que son para siempre, que en serio duran hasta que la muerte los separe.
El abuelo nunca sabrá lo que yo sentía cada vez que lo veía, y cada vez que como todo un caballero se levantaba de su silla para saludarme o despedirse de mi. Tampoco sabrá que me encantaba escuchar sus historias de personajes desconocidos para mi, o de cómo le temblaba su bigote cuando estaba enojado en la oficina, o de cuando olvidó el cumpleaños de su esposa y su secretaria le mandó un ramo de flores con un mensaje que el odió.
El abuelo nunca sabrá que soy de esas personas que cree que cuando alguien muere, su alma queda divagando en este mundo encontrando un nuevo cuerpo para volver a habitarlo; y que yo deseo con toda el alma que mi bebé cachetón del pianito tenga aunque sea una parte pequeña de su alma y me provoque ese sentimiento extraño al verlo como el que yo sentía cuando lo veía a el.
Hay muchos secretos del abuelo que quizás ya nunca podré conocer, pero hay muchos otros que quiero que mi novio me cuente sobre él. Tengo muchos secretos que me hubiera gustado contarle al abuelo cuando no estuviera la abuela con nosotros, ni siquiera mi novio, pero ahora sólo puedo contárselos en mis sueños, cuando vaya a visitarlo y él me esté esperando en la puerta de su casa, con su bermudita y sus cómodos zapatos con medias y con el poco cabello que le quedaba despeinado por su nieto.
El abuelo no sabrá que lo más probable es que cuando pase por su casa, lloraré. No de tristeza, sino de felicidad, porque nunca olvidaré que desde la primera vez que lo conocí, nunca jamás olvidó mi nombre. No te preocupes abuelito, prometo cuidar a tu nieto con todas las fuerzas de mi corazón, prométeme tu que desde aquí o desde allá cuidarás a Alejandro con todas las fuerzas del tuyo. Y espero que ahora que me estás viendo mientras escribo esto, sepas que causaste esta gran impresión en mí y que te quise un poquito, pero hoy te quiero más...
Existencia
Hace 2 semanas.