Divangando en vacas

Yo no sé ustedes que pensarán, pero a mi me encantan los niños, me parecen la obra más maravillosa que dos personas pueden ser capaz de hacer y me parecen las criaturas mas tiernas, perfectas y puras que jamás llegaremos a conocer. Es difícil pensar que todos fuimos niños alguna vez, que no nos preocupaban muchas cosas en el mundo, que creíamos en todo lo que nos decían nuestros papás, que soñábamos con ser astronautas, princesas, bomberos y hasta arqueólogos, y que los problemas eran simplemente pequeños obstáculos fáciles de superar.

No recuerdo muchas cosas de mi niñez, y lo que recuerdo incluye cosas no tan agradables, pero si recuerdo bien que era feliz y que nada importaba salvo jugar y soñar; bien, ya crecí y definitivamente extraño ser niña, pero gracias a Dios aún conservo pocas cosas de las que un niño posee, y no quiero perderlas nunca, porque para un niño no hay nada imposible, no hay problemas difíciles, no hay límites ni fronteras, y sea cuál sea su situación, un niño nunca, por ningún motivo, dejará de soñar.

Para esos instintos paternales, para esos niños grandes, para los niños niños, y para todos los que aún recuerdan lo fácil que es soñar: