Ella está muerta. La miro con temor, tumbada cerca a la puerta. Es tanto mi asombro que me quedo quieta, impávida, algo triste y consternada porque pensé que no me importaría nada cuando ella no estuviera. Pero está quieta, fría, luce algo triste, bastante yerta. Verla así me afecta, me oprime el pecho, me desconecta de la realidad alterna. No se que hacer. No consigo pronunciar palabra, las palabras ahora no importan nada, son vacías, no tienen sentido, ella se ha ido y se llevó su brío.
Es muy raro que después de muerta, pueda sentirla aquí tan cerca, a veces pareciera que si me quedo atenta, ella aparece junto a la puerta, me sonríe, me saluda, me alienta. En días como hoy estoy contenta, la siento a mi lado, me rodea con sus brazos, me toma de la mano, me hace pensar que esto es lo mío, que cuando ella se muestra, siempre me inspiro, que el mundo entero puedo describir con estas letras, que a veces se mueren, mueren con ella. Que siempre vuelven, de vez en cuando después de esas veces que llego a la casa y abro la puerta y allí la encuentro, la encuentro muerta, ella vuelve, quizás dudando, pero vuelve en esta forma que para mi es eterna.
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