Siempre intento alejarlos, pero el miedo llega cuando menos me lo espero, cuando se asoma este poquito de vacío que aún tengo en mi interior y que no he sabido llenar. A veces tengo miedo, miedo de aferrarme a Él y de repente enterarme de que es también un vacío, un producto del miedo.
A veces tampoco me importa, a veces le hago frente, me aferro con locura, decido luchar, decido creer en mi, en Él. A veces sus abrazos desvanecen todo, a veces sus besos ahuyentan los demonios, a veces las demostraciones de afecto ganan la batalla y los miedos se van.
A veces regresan con la indiferencia de la gente, con la falta de oportunidades, con las derrotas, los fracasos. A veces el miedo llega sin pensarlo, justo en ese momento, en este, cuando me invade la soledad.
Quizás el miedo no sea bueno ni malo. Simplemente es una prueba que todos tenemos que superar...