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2.23.2007

La niña de la bolsa de papel

Ese día la niña de la bolsa de papel caminaba con ansías hasta la esquina para alcanzar el bus que se pasaba. Típico de ella, iba tarde y se le pasaron 4 buses - es tu suerte pequeña-, le decían unas personas; así es, su suerte no era muy buena que digamos. El día transcurría para ella muy lento y aburrido; no es nada entretenido caminar la ciudad con el inclemente rayo del sol bajo su cabeza tratando de conseguir atención para poder ganarse unos pesos, pero a pesar de todo prefería estar haciendo eso que quedarse en su casa a renegar de su existencia.

El día no sería tan melancólico hasta que recibiera la llamada de alguien con quien sueña, diciéndole que el pequeño hilo que colgaba unas estrellas en el cielo se había roto, y que ya no era posible volverlas a colgar en su lugar y que se sentía muy triste por ver como las estrellas caían y se partían en mil pedazos como lágrimas de cristal que lloraba la luna en el cielo. Y de repente, para ella todo se volvió gris.

Cuando colgó el teléfono, sintió que de nuevo su mundo estaba de cabeza, y que quizás esa era precisamente la razón para que las estrellas se cayeran, se rompieran e hicieran que todos estuvieran tristes y con ganas de llorar. El día ya no fue el mismo para ella, el resto de horas las pasó callada mirando lejos, mirando al cielo, mirando el piso, mirando y no mirando, pensando sin querer pensar. Sonreir le parecía la tarea más difícil del mundo.

Estaba tan abstraída del mundo, que la última vez que despertó de su sueño con ojos abiertos, estaba en el bus de regreso a su casa, mirando por la ventana, pero todo le daba igual, las casas pasaban y pasaban, la gente subía y bajaba del bus y ella ni siquiera lo notaba, miraba por la ventana sin mirar, lo único que hacía era pensar y respirar.

Sería fácil si pudiera entender por qué un día sientes que tanta felicidad no te cabe en el pecho, y al día siguiente te sientes como un gusano baboso y poca cosa. Así es la vida, ya lo sabía, pero si alguien le explicaba por qué eso le sucedía tan a menudo, quizás tendría una respuesta que la haría estar un poco más tranquila. Una excusa para no sentirse tan mal.

Las personas, las situaciones, las presiones, las lágrimas, las despedidas, todo daba vueltas en su cabeza como uno de esos batidos que dicen que te da energías, pero a ella, se las estaba absorbiendo tanto pensar. Ya no quería pensar, ya no quería llorar, sólo quería entender por qué le costaba tanto trabajo intentar ser feliz.

Bajó del bus y caminó, hasta su casa, su refugio, su guarida, con la plena confianza de que quizás mañana al despertar, las estrellas estarían colgadas del cielo, el sol saldría esplendoroso, las personas estarían en el sitio que les corresponde y una sonrisa sería más fácil de regalarle al viento. Y la niña de la bolsa de papel llena de folletos por doblar, caminó, caminó, caminó, lejos, a donde el cielo se funde con el mar.

1 Rulean el Universo:

Anónimo dijo...

Que belleza de post... cuando el corazon se desahoga siempre deja salir escritos maravillosos.
El tiempo sanará tus heridas pequeña... tenlo por seguro.

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